Semanas 32, 33 y 34: el síndrome de la impostora

Marta Serrano
3 min readFeb 16, 2022

Mira que odio el concepto, lo he usado mucho y lo he sentido muchas veces, pero hace un tiempo leí algo así como que dejáramos de patologizarlo todo y de inventarnos trastornos, especialmente para las mujeres. Pero heme aquí, declarando mi síndrome de la impostora.

¿Tiene sentido seguir con este blog cuando hemos aparcado la van de forma definitiva?

Anda que no le he dado vueltas a esta pregunta esta semana. Y la verdad es que sí, tiene todo el sentido Este blog se llama Diarios Nómadas, no diarios sobre ruedas, la vida en la van o similar. Y lo cierto es que con camioneta o sin ella, somos nómadas.

Así que he llegado a la conclusión de que lo que está mal no es el blog, sino el recuento semanal, por eso el salto de la semana 16 que tocaría a la 32. Hace 227 días que dejamos nuestro depa en la avenida Pardo y desde entonces hemos vivido con todas nuestras cosas en maletas. Desde ese día hasta que decidimos parar aquí en Lima para rearmar el plan, no hemos pasado más de 2 semanas seguidas en el mismo lugar.

Y es agotador. Maravilloso, pero agotador.

Es más fácil verlo a toro pasado, fue muy fácil reconocer que yo también necesitaba parar al llegar a este depa y sentirlo tan propio, tan hogar, tan pronto. Y luego hay pequeñas cosas de la vida diaria que la llenan de matices y alegría.

Hoy, sin ir más lejos. He salido al parque con Frappé y nos hemos juntado con una pandilla/mancha de perros amigos y sus humanas. Se juntan todos los días a las 7, desde el primer día nos recibieron con los brazos abiertos. Probablemente lo único que tienen en común entre ellas es que viven cerca de ese parque y les viene bien salir a esa hora, ese es mi caso. Pero se siente bien llegar y que te saluden, te pregunten y charlar de cosas que no son trabajo.

Luego hemos ido a la bodega a hacer algunas compras, llevamos menos de un mes, pero también nos conocen. Son igual de amables que si no me conocieran, pero la calidez de la sonrisa se nota.

Después hemos vuelto a casa y el portero nos ha sonreído, ha acariciado a Frappé, nos hemos dado las buenas noches. Cuando me he montado en el ascensor he pensado: por cosas como estas, los humanos nos hicimos sendentarios.

El caso es que nosotras no tenemos claro dónde queremos vivir, no hay ningún lugar que nos llame tanto todavía. Ha de ser una ciudad, eso esta claro; con mar, a ser posible, o tenerlo cerca. Lima sería perfecta, si no fuera porque queremos probar otra cosa, Madrid a Sofi le encantaría, pero a mí no me apetece…

Así que el plan es probar

Vivir el suficiente tiempo en un lugar para tener amigos, conocer la ciudad y el entorno. Y después de eso, marcharnos al siguiente destino. Así hasta que lleguemos a un sitio del que no nos queramos mover.

Hasta que llegue el momento en que sin darnos cuenta, volvamos a ser sendentarias.

PD: ya hemos vendido la van, no ha podido ser camperizada, aquí no hay mucha oferta, pero al menos se ha podido hacer antes de marcharme, así que me da mucha pena, pero también mucha alegría y tranquilidad. Os dejo mi última foto con Jackie.

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Marta Serrano

La vida es inexplicable. Para alguien como yo, eso es tremendamente irritante. Escribo para entender aunque a veces sea en vano. Ko-fi.com/diariosnomadas